Un día del mes de junio de 1983, hace 40 años, el entonces alcalde de Barbastro, Paco Víu, y yo, salíamos del Banco de España en Madrid por una de las puertas que dan al paseo del Prado, con la idea de tomar un café y recorrer un poco la ciudad para hacer hora hasta la salida del tren que nos devolvería a… Monzón (ahora seguramente tendría que ser a Huesca o a Zaragoza, pero hay más trenes y son más rápidos). Con el café delante, conversamos acerca de los problemas que teníamos entre manos. Paco había accedido a la alcaldía de Barbastro y yo había obtenido un escaño en las Cortes de Aragón, ambos por el PSOE, hacía poco, y había algunas cosas que nos preocupaban. La más importante era el Hospital, ya terminado, y cuya apertura como hospital general tropezaba con alguna resistencia por parte de ciertos sectores de la capital, que veían como un problema la coexistencia con el de San Jorge y que llegaron a proponer que el de Barbastro se abriera como hospital geriátrico. Una ocurrencia, con nombres y apellidos, que, evidentemente, quedó en nada. Estaba en juego también una subdelegación de Hacienda, a instalar en Barbastro o en Monzón y hasta habíamos pensado en reclamar la restauración del servicio de pasajeros de la línea Barbastro - Selgua, suspendido desde 1969. La competencia por la instalación de determinados servicios, después de la arrolladora victoria del PSOE en todos los niveles de gobierno y en casi todos los ayuntamientos, era algo complicado y a veces frustrante. Competir con el adversario político es duro, pero peor es hacerlo con los tuyos.
Creo que fue allí mismo donde a Paco se le ocurrió que podíamos ir a la
sede de la UNED, para ver si podíamos recuperar las gestiones del anterior
ayuntamiento, presidido por Esteban Viñola, para la instalación en
Barbastro de un Centro de dicha Universidad. No era algo que yo hubiera seguido
muy de cerca, pero sí, desde luego, una idea interesante y, como luego se
vería, con una importante demanda por parte de la sociedad. Después de
averiguar por teléfono, desde la misma cafetería, la dirección del Rectorado,
entonces aún en la ciudad universitaria, tomamos un taxi y hacia allí fuimos.
En estos tiempos en los que hablar, ya no digamos ver, a cualquier mequetrefe
con algo de poder, es prácticamente imposible sin una cita previa, puede
resultar extraño que llegáramos al Rectorado de la UNED y entráramos, sin más aviso
que una discreta llamada a la puerta, en el despacho de la entonces
Rectora, Elisa Pérez Vera, una mujer de pequeña estatura, pero
imponente desde todos los demás puntos de vista, que ni siquiera pareció
sorprenderse al vernos. Después de una breve presentación y de que insistiera
en que tomáramos otro café, le contamos que había un expediente de solicitud de
un Centro de la UNED para Barbastro, que el ayuntamiento estaba interesado en continuar
o reiniciar. Elisa, la Rectora, no planteó el menor problema. Más
bien dijo, o sacamos la impresión de que dijo y actuamos como si lo hubiera
dicho, que si podíamos allegar los recursos imprescindibles: locales, personal
y el dinero para hacer frente al gasto corriente, el centro podía empezar a
funcionar ese mismo año, es decir, el curso 1983/84.
Del despacho de la Rectora fuimos directamente al del Vicerrector de
Centros, Javier Sanmartín, que ya nos esperaba en la puerta para
facilitarnos la información disponible. No era mucha, en realidad. Nos dijo
entre otras cosas, algunas inaplicables como la referida a la comunicación
postal con los alumnos, que, en la apertura de centros nuevos, la imaginación y
la implicación de la gente, autoridades y público en general, eran tan
importantes como el dinero y las instalaciones. Ahora, cuarenta años después, ya
no parece que la imaginación sea lo más valorado por la Universidad.
En el viaje de vuelta pensamos que, lo más práctico, sería recurrir al
patronato provisional, responsable del expediente, presidido por José
Garzón y cuyo secretario era el que lo fue del Ayuntamiento, Ramón
Salanova, para que se hiciera cargo de la puesta en marcha del Centro, con
la ayuda de algún funcionario municipal. Tras la renuncia de Ramón,
que había pasado a la Diputación, me hice cargo de la secretaría del Patronato
y aquél mismo verano de 1983 empezó, en la Casa de los Argensola y después
también en las aulas del antiguo Instituto, la apasionante aventura de la UNED
en Barbastro.