viernes, 27 de diciembre de 2024

El Valor del Silencio (Texto generado íntegramente por AI)

 















En un mundo cada vez más ruidoso, el silencio se ha convertido en un bien escaso. Vivimos rodeados de notificaciones, conversaciones ininterrumpidas, motores que rugen y música que resuena en cada rincón. Sin embargo, pocos se detienen a reflexionar sobre lo que significa el silencio, su importancia y las oportunidades que nos ofrece. El silencio no es simplemente la ausencia de ruido. Es un espacio de encuentro con uno mismo, un refugio donde podemos procesar nuestras emociones, pensamientos e inquietudes. En el silencio, encontramos claridad, un momento para analizar nuestras decisiones y evaluar el rumbo de nuestra vida. Grandes ideas han nacido en momentos de introspección silenciosa; incluso las mentes más brillantes, como las de Einstein o Newton, encontraron inspiración en la calma. Pero en la sociedad actual, el silencio tiende a interpretarse como vacío o incomodidad. Las conversaciones se llenan de palabras superfluas para evitar los "momentos incómodos", y muchos sienten la necesidad de estar constantemente conectados para no enfrentarse al temido "aburrimiento". Sin embargo, el silencio no debería asustarnos. Deberíamos aprender a abrazarlo como una herramienta valiosa para el bienestar mental y emocional. Las tradiciones filosóficas y espirituales han reconocido desde hace milenios el poder del silencio. Desde la meditación budista hasta los retiros espirituales en monasterios cristianos, el silencio ha sido clave para alcanzar la paz interior. Estas prácticas nos enseñan que desconectar del ruido externo nos permite escuchar la voz interna, una guía que muchas veces ignoramos por el bullicio de la vida diaria. A nivel práctico, incorporar momentos de silencio en nuestra rutina puede tener efectos profundos. Un paseo por un bosque, unos minutos de respiración consciente al despertar o simplemente apagar el teléfono durante una hora pueden transformar nuestra percepción del día. Estos momentos no solo reducen el estrés, sino que también nos permiten ser más productivos y creativos. El silencio también tiene un impacto social. En un diálogo, aprender a escuchar sin interrumpir puede enriquecer enormemente las relaciones. Cuando dejamos espacio para el silencio, permitimos que las palabras del otro calen más hondo, fomentando una comunicación más auténtica y empática. En conclusión, el silencio no es un lujo, sino una necesidad. En un mundo donde el ruido parece inevitable, buscar momentos de quietud es un acto de resistencia y autocuidado. Más que nunca, necesitamos el silencio para recordar quiénes somos y hacia dónde queremos ir. Como dijo el filósofo Blaise Pascal: "La desgracia del hombre proviene de no saber permanecer en reposo, solo, en su habitación". Tal vez sea hora de redescubrir ese arte olvidado.

jueves, 19 de diciembre de 2024

El dedo en el ojo

 

Apenas dos meses después del último ‘momento histórico’, vivido gracias al anuncio de la ubicación de un centro de datos en Calatorao, asistimos a otro a cuenta de la decisión de la empresa china CATL de instalar una gigafactoría en Figueruelas. Un diario de circulación nacional saludaba el acontecimiento con un editorial titulado ‘El milagro económico aragonés’ en el que, entre otras cosas, todas estupendas, se decía que Aragón es ‘una de las pocas regiones de España que están entrando en el futuro de manera clara y firme, convirtiendo en fortalezas lo que hasta ayer eran debilidades’

No creo que sea para tanto, ojalá lo fuera, pero, en todo caso, no estaría de más tratar de mantener los pies en el suelo, sobre todo al hablar de inversiones multimillonarias como las que, por lo visto, está previsto que se materialicen a lo largo del año que viene. Unos cuarenta mil millones, según la entusiasta editorialista.

Conviene aclarar, yo también estaba algo despistado, que el término giga en la palabra gigafactoría, no se refiere, o no sólo, al tamaño de la fábrica en cuestión, sino al orden de magnitud (Gwh) de la capacidad de almacenamiento del millón de baterías para automóviles eléctricos que va a producir al año. Que es una cantidad ciertamente respetable y que debería suponer, de materializarse, que el tránsito a la movilidad eléctrica ha dejado, o habrá dejado para entonces, atrás las dudas sobre su viabilidad. 

Una vez más, las fortalezas de Aragón, exhibidas a la hora de acoger este tipo de fábricas, son el suelo disponible, el agua del Ebro y el sol y el viento que pueden, con los artilugios adecuados, transformarse en energía renovable. El suelo ya parece estar comprometido en las proximidades de la actual factoría de Figueruelas, agua, al menos este año, parece haber de sobra y energía… ya veremos. No sé si es a estas fortalezas a las que se refería la editorialista, ni por qué, de ser así, eran antes debilidades. A no ser, claro, que se considere una fortaleza sobrevenida la progresiva despoblación del territorio, Zaragoza excluida, y la consiguiente disponibilidad para otros usos de la energía, el agua y el suelo que nosotros no utilizamos por falta de gente, de dinero o de ideas.

El regulador eléctrico español ha aplicado varias veces en los últimos años, y por última vez el pasado jueves, el protocolo de desconexión de grandes industrias. La razón es un déficit ocasional en la generación procedente de fuentes renovables. Esto es algo que no tiene por qué condicionar nada, pero pone de manifiesto que las redes de transmisión, diseñadas para un suministro centralizado y homogéneo y los sistemas de almacenamiento necesitan adaptarse cuanto antes. Pero ayer, viniendo de Zaragoza, mientras atravesaba las nuevas trincheras de Estrecho Quinto, y a la vista de lo que ha pasado y está pasando en Valencia, me preguntaba si hay aquí alguien planificando algo. 

Enviado a ECA 20 de diciembre de 2024