Bienvenidos a este acto que tiene lugar regularmente en el mes de octubre de cada año y que, como todos los actos de carácter más bien protocolario, puede, ocasionalmente, parecer prescindible y no les voy a ocultar que esa sensación, la de que es prescindible, me invade casi todos los años. Pero, sin embargo yo creo que son varios los motivos que aconsejan reproducir, año tras año, en este y en todos los centros de esta Universidad, el acto de apertura de curso. En primer lugar la Universidad, donde se crea, se conserva y se difunde conocimiento, es un lugar propicio para las solemnidades y la apertura de curso es un acto tradicionalmente solemne. Por otra parte, es esta una ocasión y esto también me parece importante, para dar cuenta, aunque sea de forma somera, de la actividad desarrollada por el Centro durante el pasado curso.
Digo somera porque además del formato que aquí utilizamos existe y está a disposición de patronos, alumnos, tutores y público en general, tal como exige la legislación vigente en materia de transparencia, una memoria escrita y la posibilidad de ampliar la información contenida en ella sin más que acudir a la Secretaría del Centro o de la Fundación.
Por supuesto hay una actividad que se superpone a las demás y es la académica. Y en este acto se hace más visible, con la colaboración del grupo de alumnos que, en representación implícita de sus compañeros, han recogido un diploma que acredita la finalización de sus estudios en este Centro.
La lección inaugural, la parte central del acto, es un poco como el recuerdo de lo que se está perdiendo con toda esta eclosión tecnológica que facilita el contacto con entre alumnos y profesores y el acceso a cantidades ingentes de información, más o menos contrastada, pero que parece hacer cada vez más prescindible el recurso a las bibliotecas y a la transmisión oral que es, después de todo y al menos en buena parte, el origen del conocimiento que conforma esta sociedad que, precisamente, llamamos del conocimiento. Procuramos que la lección tenga además el carácter de magistral y para ello, este año, hemos invitado al profesor Guillermo Fatás que ha traído a colación, magistralmente, un interesante episodio de la vida del Rey Fernando II de Aragón, más conocido como Fernando el Católico, de cuya muerte se celebra este año el 500 aniversario. Este es un buen momento para agradecerle la lección cuya calidad e interés dábamos por supuesto pero que no por ello nos ha resultado menos interesante y formativa.
Inauguramos el curso este año en un entorno socioeconómico y político complicado y confuso, aunque, a lo que parece, lo único que hacía falta para salir de tanta confusión es un gobierno sancionado por el Congreso, que aún no tenemos pero que tendremos el domingo si nada se tuerce. Un gobierno que, siguiendo instrucciones superiores, tratará una vez más de acomodar nuestro modo de vida a nuestras posibilidades lo que quiere decir que los problemas financieros que tradicionalmente han afectado a nuestra universidad y al resto del sistema español de educación superior, se verán agudizados lo que tendrá, una vez más, la virtud de obligarnos a agudizar el ingenio
Pero, al margen de esos problemas, de los que ya nos preocuparemos cuando se presenten, si se presentan, el Centro de Barbastro encara el nuevo curso con cierto optimismo. Porque el Centro induce, de alguna manera, un apreciable progreso social en su entorno, al menos mientras siga contando con su principal fuente de energía, sus alumnos y también con sus profesores y su personal, sin que, por el momento se aprecien caídas en la matrícula, ni en el número de egresados que han accedido en esta Universidad a un título superior. El centro sigue desarrollando una importante actividad de extensión universitaria entre la que destaca, por su importancia en el proyecto global de formación a lo largo de toda la vida, la que lleva a cabo la Universidad para mayores, en colaboración con la Universidad de Zaragoza en las tres sedes de Barbastro, Fraga y Sabiñánigo.
Este moderado optimismo, no debería ser óbice para que la Universidad en su conjunto reconozca que puede estar en una fase no terminal, desde luego, pero sí muy complicada y continúe trabajando para adaptar su modelo y también su oferta educativa, que necesita una urgente puesta al día, a las demandas de la sociedad que evoluciona con mucha mayor rapidez que sus instituciones, representada a estos efectos no sólo por los alumnos matriculados en los estudios regulares de la Universidad sino también por todos aquellos que acuden a la UNED en busca de la formación, la información o los recursos que las instituciones públicas ponen a su disposición a través de sus centros.
Quiero recordar aquí a los que nos han dejado en este último año, A María Jesús, a Ángel y a Alejandro que han fallecido y a Miguel, que se ha jubilado. Y desear a los alumnos y exalumnos el mayor de los éxitos en sus estudios y en su vida profesional.