sábado, 22 de febrero de 2025

Cambios

Por aquí pasó un tren hasta los años 60 del siglo pasado. Ahora no están ni las vías. Foto Antonio Clavero.

Con el tiempo, todo cambia. Esto es inevitable. Cambiamos nosotros en un proceso que nos saca del polvo y nos devuelve al polvo (Génesis 3:19). Un proceso que afecta también a los artefactos que construimos, que con los años terminarán convertidos en chatarra. Y a las instituciones que creamos y destruimos. La naturaleza a nuestro alrededor aún parece plegarse a nuestros caprichos, pero con algún zarpazo ocasional, a modo de advertencia, que nos recuerda que estamos aquí de paso, que somos demasiados y que ya no podemos hacer todo lo que se nos antoje. 

Pero, dejando de lado estas consideraciones de orden general, que poco aportan al devenir cotidiano de nuestra civilización, me ha parecido que podría resultar interesante analizar, sin ánimo de ser exhaustivo, algunos de los fenómenos que están teniendo lugar en los últimos años y que bien podrían marcar tendencia hacia un cambio más profundo... y preocupante.

  1. El aumento de la desigualdad económica, reflejado en la creciente concentración de riqueza en un pequeño porcentaje de la población, el debilitamiento de la clase media y la dificultad cada vez mayor de los salarios para cubrir necesidades básicas como la vivienda o la alimentación.

  2. La transformación del empleo, con una progresiva precarización de las condiciones laborales, la desaparición de trabajos tradicionales y su sustitución por empleos más inestables y peor pagados. La automatización y el avance de la inteligencia artificial están acelerando estos cambios, afectando a sectores que hasta hace poco parecían seguros.

  3. El deterioro de algunos servicios esenciales, como la sanidad pública, con problemas de saturación y escasez de profesionales, o la educación, donde las opciones de mayor calidad tienden a ser cada vez más costosas. Infraestructuras clave, como el transporte ferroviario, muestran signos de desgaste por falta de inversión suficiente para su mantenimiento.

  4. La crisis energética y la transición ecológica, un proceso necesario pero complejo, en el que los combustibles fósiles aún sostienen gran parte de la economía mientras las energías renovables avanzan sin la velocidad, y quizá también sin la la capacidad, suficiente para reemplazarlos completamente. Una transición que requiere cambios estructurales profundos que, por el momento, no parecen haberse emprendido.

  5. La creciente inestabilidad política y la pérdida de confianza en las instituciones, en un contexto de conflictos internacionales no resueltos y una rivalidad cada vez más marcada entre las grandes potencias. Esto ha provocado tensiones comerciales, tecnológicas e incluso militares. A nivel interno la ciudadanía muestra una desconfianza creciente hacia la clase política y las instituciones democráticas.

  6. El debilitamiento del tejido social y el aumento del malestar psicológico, con un incremento de la ansiedad y otros problemas de salud mental (datos de la OMS). La polarización política, la fragmentación social y el aislamiento digital contribuyen a que muchas personas perciban su entorno como algo cada vez menos seguro y cohesionado.

  7. La digitalización y automatización omnipresentes, que nos ha llevado a depender de sistemas digitales y de inteligencia artificial cuyo funcionamiento solo unos pocos comprenden en profundidad. Estos avances han mejorado aspectos de la vida cotidiana, aunque con problemas de marginación para una parte de la población, pero también generan vulnerabilidades ante posibles fallos o ataques que podrían afectar a sectores clave de la economía y la sociedad.

  8. El impacto del cambio climático y los fenómenos atmosféricos extremos, con un aumento en la frecuencia e intensidad de inundaciones, incendios, olas de calor y huracanes. Problemas que llevan décadas anunciándose, pero que hace sólo una parecían excepcionales y  ahora ocurren con inquietante regularidad. Habrá que pensar, parece, en nuevas estrategias de adaptación al cambio y mitigación de sus consecuencias.

Cada uno de estos factores, por sí solo, ya representa un desafío. Juntos, configuran un entorno cada vez más complejo y difícil de gestionar. Si bien algunas de estas tendencias pueden ser revertidas o mitigadas con las políticas adecuadas, en otras aún no se observan cambios significativos que sugieran una corrección del rumbo. En cualquier caso, el futuro dependerá de nuestra capacidad de adaptación y respuesta a estos desafíos.