lunes, 8 de enero de 2018

Problemas

El 14 de julio me encontraron un cáncer en la vejiga. Fue gracias a una revisión de la próstata en una clínica privada a la que fui porque llevaba esperando más de un año que me llamaran de la Seguridad Social y cuando reclamé, por escrito, me dijeron, entre otras tonterías y también por escrito, que mi caso no estaba clasificado como urgente. No sé qué es lo que considerarán urgente. La revisión incluía una ecografía del abdomen y el urólogo detectó lo que podría ser un tumor en la vejiga, que había que extirpar para ver lo que era exactamente y evaluar el riesgo posterior. La intervención quedó fijada para el 24 del mismo mes en Huesca. Se llevó a cabo con anestesia local epidural y tuve la posibilidad, que no aproveché del todo porque no me dejaron las gafas, de seguir las evoluciones del bisturí por el interior de la vejiga en un monitor que había justo sobre mi cabeza. En general fue bastante incómoda por el frío glacial que hacía en el quirófano y  por la maldita sonda que tuve que llevar durante cuatro o cinco días, pero nada más. El resultado de la biopsia no fue bueno, era, efectivamente, un tumor maligno, ni malo, era superficial y bien diferenciado con pronóstico, en principio favorable. En fin, casi, casi, lo mejor que podía pasar y la cosa quedó allí, pendiente de otra intervención similar, -su nombre técnico es RTU, por resección transuretral-, cinco meses después, intervención que sería la primera de una serie que se iría espaciando cada vez más… si todo iba bien y el tumor no se reproducía. Pero claro, se reprodujo. Uno nuevo, algo más pequeño, según parece y también de aspecto superficial apareció en otro lugar de la vejiga en la RTU del 3 de enero, así que estamos como al principio o un poco peor. De momento hay que esperar al día 16 de enero para conocer los resultados de la biopsia y el nivel de agresividad del nuevo tumor. Si es como el anterior quizá se solucione con unos lavados. Si no...